Dicen que hasta que no pierdes algo no lo echas de menos. Y así ocurre con los tratamientos dentales. No somos conscientes de la importancia que tiene una buena salud bucodental en nuestras vidas. Dicen que tu vida puede cambiar si te haces una operación estética, si decides cambiar de trabajo o incluso de ciudad, pero yo hoy os quiero contar cómo vuestra vida puede cambiar si os hacéis una endodoncia.
Quizás suene a broma o a artículo simple, pero ya os digo que en mi caso, una endodoncia fue la solución para todos mis problemas, tanto sociales como de salud. Por eso quiero compartir mi experiencia con todos vosotros, esperando que todo salga bien y que os sirve cómo me fue a mí.
La verdad es que siempre había pensado que un dolor de muelas era eso, un simple dolor de muelas. Algo que se soporta hasta que desaparece y que muchos hemos pasado por ellos. Recuerdo que mi abuela Patricia siempre tuvo estos problemas cuando en la mañana de los sábados íbamos al pueblo y me lo contaba.
Pero con el tiempo, la cosa empeoró. Ese dolor dejó de ser algo pasajero y se convirtió en una constante. Ya ni los famosos medicamentos que tomamos (en ocasiones en exceso y no está bien automedicarse), me arreglaban el problema. Así durante meses, lo ignoré, y quise convivir con ello. Y bueno usar la palabra vivir…es algo que suena a risa. Porque era malvivir con ello, no os podéis imaginar lo mal que lo pasaba.
Malvivir
Y con el paso del tiempo, el problema ya no era solo físico, sino que pasó a ser mental. No era capaz de dormir 4 horas seguidas, porque ese maldito dolor me despertaba a las tantas de la madrugada. En el trabajo no era capaz de estar sin dolor y no me concentraba y hasta mi humor cambió, por supuesto para mal. Un tío alegre como yo se convirtió en el cascarrabias del grupo.
Y por supuesto otro de los martirios era cuando tenía que comer. Un tío como yo que gozaba comiendo, que incluso preparaba siempre comilonas con mis amigos, dejó de hacerlas. Por eso os digo que lo que yo hacía era malvivir. Todo el mundo me decía que tenía que hacer la típica visita al dentista. Pero yo nada. La verdad es que no sé por qué no iba, si era por miedo, por desidia o porque sabía que lo que me iba a decir no era bueno.
Hasta que un día, el dolor se volvió insoportable. No podía pensar en otra cosa, así que no tuve otro remedio que buscar un dentista y pedir cita de urgencia. Tras una revisión y unas radiografías, me dieron el diagnóstico que temía: necesitaba una endodoncia. La verdad es que lo tenía claro, pero lo que no sabía que si te ponías en manos de profesionales todo podía cambiar e ir para mejor.
La llegada a mi vida de los profesionales de Orto Gran Vía 51 lo cambió todo. Recuerdo que lo primero que me hicieron fue explicar el problema. YO tenía la pulpa infectada o necrosada de mis dientes. Para los que no lo sepan, la pulpa del diente es el tejido en el que se encuentran los conductos nerviosos que responden a los estímulos externos, y por eso la endodoncia se conoce comúnmente como un tratamiento para “matar el nervio”. Y claro, por eso te duele todo, porque pasa todo por ellos.
Es cierto que es un tratamiento que requiere de cierta urgencia, ya que, si la infección avanza, se corre el riesgo de no poder salvar la pieza. Además, al dañar los conductos nerviosos, comienzas a tener dolor muy agudo, intenso y difícil de calmar. Y sí, yo pasé muchas semanas por esos dolores, por lo que no podía más.
Mi vida después
El procedimiento en sí no fue tan terrible como había pensado, pero es cierto que la tranquilidad de esta clínica dental fue fundamental. Con anestesia, apenas sentí molestias, y la recuperación fue más rápida de lo que esperaba. Y lo más increíble de todo fue cómo mi vida cambió después. Aunque no era muy difícil de saber, porque ya iba directo hacia el túnel.
Por fin, el maldito dolor desapareció, y con él, muchas otras preocupaciones que ni siquiera sabía que estaban conectadas. Volvía a dormir mis 8 horas seguidas, porque ya se sabe que si no duermes estas horas no eres persona, volví a organizar comidas con amigos y sobre todo, volví a vivir, que era algo que había perdido.